martes, 3 de marzo de 2015

La cascade de La Brive...

Puede que aquella fuese la primera y última vez en la vida que nos cruzamos con un habitante de Chosas. Y fue de la manera más surrealista posible. Estábamos una tarde ayudando a Paul y Kaly en su casa cuando de repente, un hombre alto y flaco irrumpía nervioso y alegre por la puerta.

Nos daba la mano enérgicamente mientras Kaly hacía la presentación oficial: Estos son unos helpers que tuvimos unas semanas y que al final se han quedado por aquí...él es...el repartidor de la empresa de congelados. Efectivamente este hombrecillo nerviosete les llevaba la pasta para la quiche y otros productos a la mismísima puerta de su casa.

Los 3 minutos de conversación que para mí fueron una eternidad dieron mucho de sí, hasta el punto de que nos explicó una ruta de su pueblo que a él le encanta y que no conoce mucha gente. Yo me quedé con el nombre del pueblo, y al cabo de medio año nos decidimos a ir a este lugar que él pintaba como una maravilla. Y resulta que lo es.

Efectivamente es una ruta de complicado acceso, supuestamente prohibida en coche excepto para los habitantes de la aldea de Chosas.

Entre vacas y grandes prados llegamos a lo que parece ser, según recordábamos, el inicio de la ruta a pie. No pinta mal, los primeros metros consisten en un descenso que nos conecta directamente con el río. Lo seguimos río arriba durante 20 minutos, fascinados por lo precioso que es el bosque en el cual nos encontramos.




La cascada no es muy alta pero suele ser caudalosa. Una vez aquí se puede continuar la ruta unos 45 minutos hasta llegar al pueblo de Marchamp.


Si continuamos podemos encontrarnos con las ruinas de un antiguo molino y de otras construcciones, así como con muchísimas pequeñas cascadas más. Es una ruta muy modificable y muy bonita. Todo gracias al repartidor de congelados.




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