Me despierto y salgo a la terraza. Sin duda es un gran día para subir al Mont Blanc.
Salimos de La Clusaz entusiasmados por las vistas de las que vamos a disfrutar en un rato, Castor con su cámara réflex, yo con la cámara de mi móvil debido a que la otra descansa plácidamente en mi cama en Passins.
Llegamos a Chamonix y vamos a la oficina de turismo. Subir al Mont Blanc en teleférico son 50 euros por persona. Una pasta. Otra opción es ver el Mar de Glace, unos 30 euros.
Conseguimos aparcar en una zona cercana al teleférico y nos acercamos a la taquilla. Tenemos que pedir el billete hasta L’Aiguille du Midi, una montaña situada a 3.842 metros con un nombre impronunciable en francés.
No hay apenas cola para subir al teleférico y la espera es de apenas 5 minutos. Allá vamos.
La subida es suave y sin apenas movimiento, no soy muy aficionado a las alturas pero la verdad que no da impresión. Llegamos a la primera parada del teleférico. Las vistas son espectaculares y dejan adivinar lo que nos encontraremos arriba.
Subimos al segundo teleférico y comenzamos a ascender de nuevo. Una vez arriba, las vistas son mejores de lo esperado.
Castor y yo nos separamos un rato disfrutando cada uno de las vistas y haciendo fotos un poco alucinados por lo que estamos viendo.
Bajamos a comer a la zona intermedia, donde hemos cambiado antes de teleférico. Nos alejamos unos 15 minutos por una de las muchas rutas que allí comienzan y sacamos los bocatas de jamón y el queso como buenos españoles.
Tras comer seguimos la ruta llegando a un lago en el que damos la vuelta, volviendo al teleférico, ya que al ser Septiembre el último teleférico que vuelve a Chamonix sale a las 17:30.
Un día impresionante en el cual disfrutamos muchísimo. De vuelta a Passins, debatimos acerca de qué excursión fue mejor, si esta o la del Mont Valier. La del Mont Valier va en cabeza.
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