Tras informar de nuestro viaje, habíamos escuchado muchas cosas acerca de los franceses. Supongo que como en todos los casos no se debe generalizar. En cambio nadie nos dice nada bueno de ellos. Muchos son los amigos que nos dicen que son xenófobos, que nos van a tratar mal, que odian a los españoles, que hace frío o que porqué hemos elegido justamente Francia con lo antipáticos que son. Algunos intentan asustarnos de verdad exponiendo que en Francia no hay ninguna cerveza buena.
Ante tantos ánimos y positivismo en referencia a nuestro país vecino, nosotros vamos con la idea de que va a ser así, y con lo cual, todo lo bueno que nos encontremos bienvenido será.
Por fin nos acercamos a la frontera francesa, parece que vayamos a pasar a otra dimensión, no es un peaje lo que tenemos delante, es una especie de puerta de Stargate que nos transportará a un mundo paralelo donde la gente no sonríe jamás. Me entra la duda…"¿debería beberme una cerveza? ¡quién sabe cuando podré disfrutar de una cerveza en condiciones!"
Hay una enorme cola para poder atravesar la puerta dimensional, estamos bien posicionados. La línea que separa los carriles impide que algún listo se quiera colar.
De repente el coche de nuestra derecha da un volantazo, dejando su morro incrustado estratégicamente entre nuestro Accord y el coche que tenemos delante.
Empezamos a blasfemar ante esta rastrera maniobra.
- ¡Este no pasa! ¿Pero quién se ha creído? - Reclama Castor.
Nada podemos hacer y este individuo pasa por delante de nosotros, riéndose incluso. Efectivamente, matrícula francesa.
- ¡Me caguen Dénia! - Ya nos lo dijeron nuestros amigos, no hay ninguno bueno.
Esta es nuestra entrada en el país, la primera en la frente se podría decir…aunque pronto cambiará nuestra idea sobre los franceses…
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