Barajamos diferentes posibilidades, entre ellas volver a Auvergne,
la región de los volcanes. Otras opciones fueron el departamento de Finistère
en Bretaña o los pirineos franceses.
A falta de una semana decidimos que una buena opción para relajarnos
era ir a España. Por ello buscamos una zona fronteriza, rural y que reuniese
nuestras tres aficiones favoritas: la fotografía, el senderismo y comer.
La
zona elegida fue el Valle de Broto, la entrada al Parque Nacional de Ordesa y Monte perdido.
Estaríamos bien situados, en un pequeño pueblo de menos de
50 habitantes llamado Buesa. Desde allí podríamos empezar muchas rutas de
senderismo interesantes.
Antes de pasar la frontera por Formigal paramos a disfrutar
del paisaje montañoso que empezaba a aparecer frente a nosotros.
Tras 8 horas de viaje llegamos a Buesa y como no teníamos
ganas de cocinar, nos fuimos al único restaurante que hay en el pueblo y nos
pedimos un buen chuletón de ternera del Valle de Broto. Ya teníamos energía
suficiente para empezar al día siguiente una ruta en principio no muy exigente
por el Valle de Otal.
Unos pimientos de piquillo confitados y a la brasa
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