Se suele
escuchar que Montecarlo (dentro del Principado de Mónaco) es una especie de
artificio donde te puedes encontrar a la vez un Ferrari y un Seat Panda circulando en paralelo a 30 km/h. Esto para mí no
es muy llamativo ya que no me apasionan los coches.
El caso es que
ya que estamos aquí vamos a visitarlo, posiblemente por primera y última vez en
la vida, y con la condición inquebrantable de no consumir ni un maldito euro en
esta ciudad prefabricada.
Hace mucho
calor al llegar a Montecarlo. La primera avenida que nos encontramos me suena,
me suena mucho. Esto es debido a que es la famosa subida hacia el Casino Square
la cual forma parte del mítico circuito urbano de F1, el Gran Premio de Mónaco. Como curiosidad decir que el protocolo de
entrega de premios en el podio es exclusivo y diferente al resto de circuitos
del mundial, con detalles como que el podio entendido como una plataforma no
existe; son los pilotos los que se acercan a recibir el premio. Existe también una gran
cantidad de detalles que cumplir a la hora de saludar al Príncipe Alberto de Mónaco y a su
familia.
Llegamos a la
zona del casino de Montecarlo. Allí nos encontramos con unos jardines cuidados
al milímetro y con un mar azul brillante.
Tras estar
un rato por esta zona ajardinada, seguimos, esta vez descendiendo por una de
las curvas más lentas y famosas de la F1, la curva Mirabeau. Parece mentira que
se pueda adelantar en ese espacio, pero así ocurre.
Seguimos la
ruta del circuito sin darnos cuenta. Pasamos por el famoso túnel que deja por
un momento cegados a los pilotos de F1 debido al cambio de iluminación.
Este túnel
termina en una chicane difícil de digerir. Da la impresión que cuesta
que tu cerebro decida dar un frenazo al llegar allí. En 1967, el piloto de la escudería Ferrari, Lorenzo Bandini falleció al volcar su monoplaza justo en esta zona, lo cual le provocó
graves quemaduras de las que no se pudo recuperar.
Muy diferente fue lo que le ocurrió en 1955 al bicampeón del mundo con Ferrari, Alberto Ascari, el cual acabó en el agua tras su accidente en esta chicane.
Dejando a
un lado este pequeño reportaje de F1, nos encontramos con que en Montecarlo es normal
encontrarte con un jardín japonés en medio de la ciudad.
Personalmente
me parece prefabricado e inútil instalar este jardín rodeado de edificios
monstruosos, los cuales no pueden ni ocultarse en las fotografías.
Tras
comernos unos bocadillos de jamón que habíamos preparado con el fin de no dejar
ni un duro en esta ciudad, nos
acercamos a la zona del Oceanográfico de
Montecarlo donde nos encontramos un bonito jardín con una escultura de
varias caras que me pareció preciosa.
No tardamos mucho en cansarnos de este ambiente y decidimos volver pronto a Niza. Efectivamente hemos visto Ferraris, arte en la calle al alcance de todos, jardines impecables, edificios aberrantes, playas muy bonitas...pero decididamente esto no es lo nuestro.
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